viernes, 31 de julio de 2009

pinceladas de los últimos programas

En Flautita y Baguette preparamos algunos escritos que forman parte –por decirlo de alguna manera- “del guión” de cada programa. Compartimos algunos de esos textos, citas de libros, imágenes, comentarios y fotos con ustedes.
Usualmente lanzamos algunas consignas para poder compartir con los oyentes detrás de los parlantes, también las ponemos a rodar aquí con ánimo de seguir intercambiando imaginarios. Historias de libros, preguntas sobre la infancia, cuentos y poesías escritas por grandes y por chicos, actividades y expresiones afines circularan en este nuevo soporte.



Matilda de Roald Dahl y dibujos de Q Blake

Las caricaturas


En Matilda y probablemente en el conjunto de la obra de Roal Dahl abundan las caricaturas. Remitiéndonos a la definición etimológica del término, caricatura deriva de caricare y significa cargar, acentuar o exagerar los rasgos de una persona. En este caso, estamos hablando de los personajes de Matilda. Los retratos que se presentan en el libro son retratos grotescos, muecas pronunciadas de notas singulares de cada uno. En el relato se exageran las características de ellos con intención satírica. Hete aquí porque escoge la burla, la parodia, para pensar especialmente el mundo adulto. En Matilda las personas que están caricaturizadas en primer termino son los adultos, porque son los adultos con su moral, sus hábitos y su manera de pensar el mundo, a quienes cuestiona Dalh con Matilda.
Podríamos pensar que el objetivo de la caricatura también puede ser el desenmascarar a una persona, a una clase social, a una institución. Es decir, mostrar a las personas con esos rasgos pronunciados, exagerados y a la vez los espacios que habitan esas personas y sus relaciones. Los rasgos negativos o ridículos de ellos son especialmente de interés para la caricatura.
En un relato –de cualquier tipo- las definiciones, las descripciones extremas pueden aparecer para ponerse como contramodelos de alguien o de algo. Como antítesis de alguien. Esta es la idea central de Dahl perturbar, movilizar, y “enganchar” al lector para subsumirlo en una zona de crítica y juego, de risa y turbulencia. No es fácil mostrar que los padres de uno son las personas más frívolas que puedan existir pero muchas veces sucede, no es fácil considerar que tu directora más bien está para dirigir pelotas que ruedan al cesto más que para dirigir tu escuela, que tu mamá tiene la cabeza en un Tinelli de ocasión, que tu hermano no tiene ningún poder de cuestionamiento y que repite al unísono la consigna.
En fin, lo que advertimos en Matilda y con Dahl es una revisión de la familia y en particular de la familia americana tipo, con chalet, autito y algún tipo de ascenso social no importa como se haya logrado, no importa qué es lo que se deje afuera de ello. Por otro lado, queda en evidencia que los adultos no somos perfectos; que los adultos muchas veces transitamos por mundos opuestos a los chicos; y que los ambientes que le interesan a Dahl son los que pueden ser reconocidos fácilmente por los chicos porque suponen escenas de gran cotidianeidad como el tránsito de casa a la escuela, escenarios que retratan la cotidianidad más burda es el caudal fundamental para sus textos.


Matilda como Cenicienta.


Un modelo clásico como el de los cuentos clásicos, los cuentos de hadas, parece ser el móvil inspirador para recrear una historia no tan clásica, más bien moderna como la de Matilda pero en la que aparecen algunas coordenadas semejantes -por ejemplo con la estructura del cuento Cenicienta. Las virtudes de Matilde serán más que la belleza y la bondad, la inteligencia y la ligereza y también la sensibilidad para darse cuenta que es particularmente lo que le interesa. La malvada estará encarnada por la Directora. Tenemos que decir que personajes siniestros, exageradamente siniestros le sirven a Dahl para formar contrapuntos: la señorita Honey “Miel” (una suerte de hada madrina en la vida de Matilda). El clima hostil al que son sometidos todos los chicos de su curso puede enfrentarse con el ingenio de la pequeña y con algo que Matilda desarrolla como una revelación. El poder de la telequinesia.
Para Matilda lo que ocurre con sus padres, con su maestra y su directora no puede naturalizarse, no puede pasar sin ser interpelado, ella no se vuelve una chica dura ante la brutalidad de sus padres. El libro no va por allí. No está pensando desde un lenguaje adulto de grandes ideas, de drama o de lección moral o en todo caso si se da esa lección moral se presenta desde el juego, la ironía, la alteración y la desobediencia. “Las cosas” que hace Matilda también podríamos cuestionarlas, sin embargo, no lo hacemos porque nos subimos junto con ella a un “estado de juego”. El libro promueve esa lectura. No hay grandes lecciones sino resoluciones mágicas de algunos acontecimientos, una ayuda fortuita para desencadenar un problema y celebrar una relación como la que tienen ella y su maestra.


Matilda ama leer pero también ama jugar e inventar trucos para vengarse de lo que le han hecho sus papas. Vengarse no parece una voz demasiada apropiada para una literatura pedagógica que quiere promover los buenos valores.
Dahl se permite eso y en esos extremos es dónde captura lectores, que luego podrán dejar sus propias opiniones si se procedió del modo más esperado o menos conveniente.




La Grúa de Reiner Zimnik

Las hijas del panadero


todo el día miraban al hombre de la grúa


Lektro, el mejor amigo del hombre de la gorra azul


Un día un hombre trepó a lo más alto de la grúa y no quiso bajar. Era tan maravilloso ser el conductor de aquella máquina, oír zumbar el motor y chirriar las poleas...
Desde allí arriba podía ver las estrellas por las noches; y por el día, los ríos,
los barcos y toda la ciudad.


El libro La Grúa como otros libros del autor se construye como una parábola. Y “uno se detiene a preguntarse acerca de sí mismo y del mundo que nos rodea”. “La gracia irónica de las primeras ilustraciones del relato, el juego de picados y contrapicados que propicia la verticalidad de la grúa, se transforma en los pasajes dramáticos y de acción en bocetos elementales deformados por la urgencia. El hombre de la grúa ve cómo va transformándose el mundo a sus pies, desde su atalaya disfruta de la compañía del amigo y de los tiempos de bonanza, y afronta la tragedia de la guerra y la soledad, que da paso a la renovación. Cuando baja a tierra, anciano y cansado, parece haber aprendido algo”

Prólogo

-…Lo que estamos necesitando señores es levantar una grúa. Una gran grúa en las afueras de la ciudad.
- Exactamente mi querido!
- Si, necesitamos una grúa como tiene toda ciudad que crece…
- Ya no tenemos sitio para el carbón ni para las cajas ni para las vacas ni para los cerdos.
- Es cierto es cierto (se escucha el consentimiento de todos al unísono)
- Un brazo dentado con una pala de un gigante de hierro nos vendrá de maravilla
- Muy ciertamente

(Al rato)
El alcalde, el secretario del ayuntamiento y los doce concejales trazaron una cruz de arena y fijaron el sitio donde sería construida la grúa.

- Aquí se hará la grúa de 49 metros de altura.
- Si!! Colosal!!!
- Brindemos por ello!
- Brindemos!
- Chap Chup Chin Chin Chac Chon!

Y más luego vinieron los obreros y los obreros trabajaban noche y día
Sol a sol con devoción sobre clavos y tornillos
barras de hierro y martillos.

Y entre estos hombres… Había uno que se había encariñado con su trabajo más de lo corriente. Se trata del hombre de la gorra azul y de una grúa, una grúa en la que resiste todas las intemperies y en la que vive distintas aventuras.

En muchos libros hay personajes que tienen un brillo especial. Lektro, en La Grúa, encarna esa luminosidad. Lektro es el gran amigo del hombre de la grúa.
Igual que el hombre de la grúa, Lectro es un obrero.
Maneja una carretilla eléctrica con doce remolques llenos de paquetes, maniobra en las curvas cerradas con una habilidad de locos. En cien leguas a la redonda no hay quien sea capaz de maniobrar de ese modo.
Su carretilla siempre hace un ruidito más o menos así…
Rrrr guiiii y el hombre de la grúa reconoce que su amigo ha llegado.
Podríamos decir que Lektro era un pensador lento pero profundo. Tenía la cabeza llena de ideas bonitas, completamente abierto a los sueños… Cuando le sobrevenía uno de estos pensamientos, dejaba su carretilla un momento al lado del camino y se mezclaba entre los pastos a pensar y contemplar las flores.
Los camioneros no entendían bien a Lektro, pero si su hermano que admiraba a LeKtro cuando soñaba y también su amigo, su gran amigo el hombre de la grúa. Su hermano antes había sido peluquero, por lo tanto, siempre le cortaba el pelo gratis a él y a su amigo, el hombre de la grúa. Ahora le decían: el hombre de los bueyes, quien nunca llevaba prisa por nada y parecía ser una persona muy muy tranquila.

Esto pasaba a menudo: los camioneros le decían: ehhhh estas enfermo Lektro!!?
Y él respondía: no! solo se tengo un pinchazo en la carretilla.

Cuando por alguna razón se ponía nervioso, fingía que a su carretilla se le habían pinchado las ruedas y se sentaba a descansar más que de costumbre.
Y este asunto llegó a la voz de los concejales que no entendían en nada a Lektro. Claro está- que ellos- nunca soñaban así que raramente podían entenderlo.

Algo más: Lektro era quien le traía noticias del mundo allí abajo, quien lo nutría de provisiones para el invierno y quien pensaba en su amigo como si fuera él.
Ël es quién le avisa a su amigo que las cosas están escaseando y que es hora de sacar sus ahorros para poder almacenar unas cuantas cosas. De esta manera se llena la grúa y lo salva de pasar hambre durante mucho tiempo. El tiempo que seguirá es un tiempo muy duro con guerras inundaciones oscuridad y soledad.
Lektro ha partido a la guerra y lleva un traje sintético y quiere vivir y no ver a los peces plateados allá arriba.

El libro en este momento hace una pausa. Se ve dibujado un pájaro sobre el margen derecho, arriba en lo alto unas líneas negras y volando en el aire un borceguí.
Debajo del pájaro podemos leer “El país estaba triste y la tierra lloraba”.