flautita y baguette
Un programa de literatura infantil y juvenil para chicos y grandes. Difundimos libros, historias, ilustradores, experiencias. En la actualidad se emite por Radio Futura FM 90.5 los días sábados de 14 a 16 horas. Promueve Grupo La Grieta y Ediciones La Chicharra
miércoles, 12 de septiembre de 2012
lunes, 12 de diciembre de 2011
Mima, una revista que MUTA
Para linkearla: www.revistamima.wordpress.com (para verla en grande pueden descargarla) Aún los documentos word restan cargar dónde sigue la entrevista y se encuentran la totalidad de las cartas.
lunes, 3 de octubre de 2011
Carolina se pierde entre la gente
para pasear dentro de su gran castillo, tiene un oso,
dos monitos,
cuatro autos,
mesas y sillones.
Los autos llevan a la reina
y el caballo a la princesa.
Carolina quiere que el castillo hable,
le pone voces al rey,
a los ayudantes del rey y de la reina,
a los tres sabios caminantes,
a la bruja,
a los cocineros,
a los conductores de los carruajes.
El castillo tiene cien voces
y todas se escuchan desde la mesa.
Cuando Carolina recibe a su mamá la saluda un poco afónica.
A veces se confunde y la llama “mi reina”.
Carolina, la bailadora.
Carolina es bailarina
y su danza es contagiosa.
Carolina es seria
y risueña,
tranquila y nerviosa.
Siempre baila
..,da unas vueltas
y luego un salto en el aire
que la desplaza hasta el bosque.
Carolina ama el bosque
también la luna,
la nieve y el cielo,
lo pequeño y lo grandioso.
El tablado y su blusa,
y los zapatos negros bien lustrosos.
En el día tiene sueño
porque baila por las noches.
En las tardes se levanta
despacito y sin reproches.
Carolina es compañera
de la música y la vida,
y los sones en su cuerpo
dibujan claves de colores.
Pintas rojas, azuladas, verdes moras.
Verdes moras, azuladas, pintas rojas.
Sí la música es muy buena
Carolina lanza flores,
y si a veces siente pena,
Carolina se enamora.
Carolina es bailadora.
El flamenco qué bien suena.
Madrugada pintadita
en la alfombra voladora.
Carolina vuelve a casa
en guitarras movedizas
y su almohada la recibe
y parece su nodriza.
pero siempre camina a contramano.
Cuando ella va hacia el oeste,
todos caminan hacia el este,
cuando va hacia el sur, muchos deciden quedarse en el centro.
Carolina se pierde entre la gente. La ciudad es su mundo, un mundo de colores aglutinados,
pegaditos de la mano.
La ciudad es papel y vidrieras y encendidos faroles de esquinas, pizzerías, sueños, graffittis
con letras desparejas.
Carolina escribe graffittis en la ciudad.
Una vez escribió uno que decía: “.., el mar llega a la torre uno” y justo ahí sonaron las campanas de la catedral.
Carolina pasea por las galerías,
fuma un cigarrillo de chocolate, se arregla las medias,
le gustan los bombones,
las cafeterías,
el correo.
En el correo se queda un rato porque es amiga de todos los carteros.
Los carteros le parecen personas muy simpáticas.
La ciudad es un pañuelo,
dice Carolina, siempre que encuentra a un pájaro amigo.
Ella conversa con los pájaros en la calle diez. Piensa que algunos son glotones.
A Carolina le encanta perderse entre la gente y mirar cómo son sus caras, sus ropas, las maneras de caminar.
Carolina es curiosa y se detiene siempre en la vereda de los cines.
Carolina quiere ser actriz de cine, pero todavía no sabe bien. A veces quiere ser enfermera y otras maestra, otras cocinera, otras abuela.
Carolina dice que en la ciudad viven duendes y que los semáforos son pinos tropicales,
corre a los bebederos de la plaza,
las hamacas voladoras
la llevan al cielo.
Carolina piensa que los árboles genealógicos
tienen mucho de geniales y poco de lógicos
Que falta incluir a sus tres gatos
Y que el mapa familiar siempre queda incompleto
lleno de preguntitas.
Por ejemplo quién sabe de la extraña vida del hermano de Carlitos, que dicen que se fue al Himalaya y nunca más volvió.
O de la abuela Obdulia que tuvo nueve hermanos, entonces más o menos Carolina dieciocho tíos abuelos...
Carolina piensa componer un cuadro con las generaciones y las generaciones de familiares y
ha encontrado otra Carolina que vivió allá en Francia por el siglo diecisiete y que parece ser ocupaba un gran castillo.
Carolina quiere pintar a cada uno con los vestidos de su tiempo y que cuando se dibuje así misma quiere tener puestos los zapatos de charol.
Quiere saber quienes son los filósofos.
Prende un fósforo y se encuentra con Hegel en un caracol espiral;
queda a oscuras, y escucha cantar a Nietzche, el nilista.
Carolina piensa que la filosofía sirve para hacer casas, barcos, caminatas.
Estudia a Marx y le resulta muy productivo; no se puede imaginar a Heidegger sin estandartes de la libertad; los filosófos cristianos le dan la mano; y Adorno le pone un moño.
Carolina piensa que todos los filósofos viven, aún después de muertos y
que todos somos, medios filósofos.
Admira a Heráclito, con el que extrañamente vuelve al pasado yendo hacia delante,
y navega tanto en las crecientes como en las bajantes.
Carolina fue a un curso de filosofía,
aparecieron griegos y romanos,
marcianos y marxistas
barbudos leninistas.
Presume que todos los pueblos tienen sus pensadores,
al este y al oeste.
Algunos cantan,
otros cosechan
o se dedican a la ingeniería.
Dice que la teoría es una ecuación matemática
Y que le exige muchísima muchisima práctica.
Carolina hace algunas visitas a filósofos y a filósofas desconocidas por el gran público,
observa cómo hablan,
y que gusto tienen las letras en su contenido.
Apunta comentarios,
se detiene en sus palabras personales,
escucha hasta las más mínimas ideas ideales.
Carolina dice que la filosofía es una especie de galería de amor y de sombra, de incienso y materia.
Razón, confusión y confusos.
Pasión, intuición y delirio.
al meteorólogo,
y al cantante de polkas.
Escucha los truenos,
los timbales,
los vientos.
Su oreja
aumenta de tamaño
con el ruido del mar.
El agua salada tiene un secreto.
Algunas botellas arrojadas
por marinos cuentan la historia.
Una vez hubo una canción que se la llevó
el tiempo.
Las velas de un barco
fueron arrasadas por un temporal.
Un animal salió del océano
echando fuego,
verdes y negros los ojos,
verdes, turbios, y negros, como el mar.
El monstruo levantó la cabeza
y con su garras hizo que un marino dejará
de cantar,
del agua salieron destellos,
destellos de nunca acabar,
entonces más tarde
nació el lamento,
lamento que viene del mar.
Canción del marino es ésta,
Canción del monstruo de fuego
Canción que arde en las aguas
de olas que vienen y van.