lunes, 6 de diciembre de 2010

Sábado 11 de diciembre El libro del verano







Este sábado recorreremos El libro del verano, de Tove Jansson, relato que transcurre en una isla del golfo de Finlandia, y que tiene por personajes a una niña y a "abuela".
Se nos ocurre preguntarte por nuestra devoción a las palabras, con sentido o menos sentido...

¿A qué juegan o jugaban tus abuelos?

Como ejemplo decimos: a la escoba del 15, a la quiniela de Montevideo, a probar curas con yuyos, "conmigo" (Renzo), "a hacerse la distraída", al ta-te-ti de diez


Es verano. La estación propicia para zambullirse en el mar o en el río o en una pelopincho. Todo es bonito y misterioso allí abajo, sobre la tierra blanda y negra. Abuela busca sus dientes que ha perdido, es lo primero que busca, con la ayuda de Sofía, en la calurosa mañana. Es el mes de julio y un flequillo de algas color verde claro sobre las terrazas, se mueven con el vaivén del mar. El aire es liviano. Toda la isla y el mar brillan con el Sol. Sofía se zambulle en el agua y mira a su abuela. Nada con los ojos abiertos. Abuela dice que zambullirse es olvidarse de todo. Sentir las algas contra las piernas. Las algas son marrones y el agua es transparente y más liviana arriba, con muchas burbujas. Zambullirse es deslizarse. Contener la respiración y deslizarse y volver y dejarse subir y respirar. Y luego flotar y flotar, simplemente.

¿Se puede confiar en la gente que deja que las cosas sucedan?

Abuela tiene una trenza en el pelo y todo el tiempo la isla parece que se acerca más y más a la casa. Ambas duermen y Sofía teme que una puerta haya quedado abierta. Abuela le dice que duerma tranquila, que la puerta está siempre abierta. Abuela también conoce los secretos de la selva mágica. Es una gran observadora de toda manifestación de vida. Experta en poner el ojo allí, en la cosa más ínfima y pequeña. Ella sabe algo que los campesinos y los turistas ignoran y es que el musgo es muy frágil. Se lo pisa una vez y vuelve a crecer con la próxima lluvia. La segunda vez, no vuelve a levantarse. La tercera vez que se pisa sobre él, el musgo muere. Los patos de plumón son como el musgo: la tercera vez que se los ahuyenta de los nidos, no vuelven. La abuela sabe de estas cosas. Y compara, clasifica, apunta. Aprende de todo lo que la rodea. ¿Qué otras cosas debería saber Abuela? Ese es su nombre propio: Abuela, cuando la autora no le pone el artículo definido, entonces, el nombre, así escrito con la A imprenta mayúscula, le da una potencia y una fuerza a su personaje. Es todas las abuelas del mundo y al mismo tiempo la única, la abuela de Sofía.

Es verano en una isla del golfo de Finlandia. Y ¿qué significa que sea verano, que exista una isla y que haya un lugar llamado Finlandia y que Abuela y Sofía habiten ese espacio de la imaginación? El verano es la estación mansa y clara pero también puede ser un abismo de oscuridad y sombra, si pisamos un pedazo de tierra pantanosa y arenosa en el momento equivocado. El verano es la posibilidad de salir a cazar aventuras, de salir a recolectar todos los colores, todas las gamas de los verdes, los amarillos, los púrpuras. Verano es una estación cálida, de días indefinidos, de tormentas con cielos que parece que se nos va a venir el mundo abajo y después pasa y viene un sol radiante. Verano es inestable, apasionado y se nos va dilatando en las manos, en el cuerpo. Esparciendo lentamente entre los dedos de los pies cuando tocan alguna superficie húmeda y naciente. Esa es la cualidad de del verano. Se nos mete por los poros. Y el paisaje maravillosamente se hunde adentro nuestro. Salir a buscar la imagen del día, correr bordeando un río, caminar aplastando hormigas, sin darnos cuenta, huir del enjambre de abejas que nos persigue, dormirse bajo la parra, sentarse en el pasto o sobre una reposera y tapar con un libro los rayos del sol, andar descalzo, olvidar el tiempo, quedarse absorbido por una onda, una brisa, un matiz de la luz. Eso también es el verano. Lo que sucede es en otra dimensión, todo se extiende, se amplía y todo acontece en el paisaje de adentro.

Vamos a perdernos por allí y a encontrar un lugar maravilloso para estar.

El libro del Verano, junto a Abuela y Sofía nos invita a despojarnos de prejuicios, de las ataduras cotidianas, de ciertas rutinas y ciertos tiempos inventados por las rutinas del trabajo y las costumbres, todas en general. Por eso no es casual que esta historia suceda en una isla porque está aislada del mundo, aunque a poco de la ciudad o el pueblo y a su vez conectada con la vida, con lo esencial de la vida. Pero volvamos a los personajes.

Si algo le gusta hacer a Abuela es jugar a esculpir animales fantásticos, tallándolos en ramas y haciéndoles las patas y las caras de la madera reseca pero nunca los hacía demasiado identificables. Abuela trabajaba sólo la madera vieja, que ya había descubierto su propia forma, es decir, veía y elegía los trozos de madera que expresaban lo que ella quería. Abuela y Sofía se disponen a juntar huesos a lo largo de la playa. La voz que narra nos dice que juntar es una tarea extraña, ya que nos e ve nada, salvo lo que uno busca. Si juntamos frambuesas, vemos sólo las que están rojas, y si juntamos huesos, vemos sólo los que están blancos. Dondequiera que vayamos, lo único que vemos es huesos. A veces son finos como agujas, muy finos y delicados, y es necesario manipularlos con gran cuidado. A veces son fémures grandes y pesados, o bien una caja de costillas enterrada en la arena como los maderos de una naufragio. Los huesos pueden ser de mil formas y cada uno de ellos tiene su estructura propia.

Sebastián pasa a mi lado y me pregunta si la Abuela vino a dormir a casa. Lo miro a los ojos, son las ocho de la mañana, estoy escribiendo sobre la Abuela, pienso por un instante cómo sería tener una abuela como la de Sofía, cómo sería vivir en una isla. Estamos cerca del verano pero no, no es la abuela de Tove, es mi abuela, nuestra abuela, es otra abuela y no, no vino a dormir anoche.

Juntar cosas, juntar historias, juntar con los ojos, con las manos, estar atento a lo que aparezca de improvisto. Los caracoles que deja y junta el mar en la orilla. El mar es un gran recolector de objetos perdidos. Juntar libros, devorar libros e historias, buscar incansablemente ese objeto, esa persona, la historia durante años. Hallar lo que no buscábamos, una puntita, un borde. Aproximarnos, siempre es un acercamiento. El libro ese que el chico tiene en sus manos, yo no lo buscaba pero si lo deja en el estante, seguro que me lo llevo porque algo había en la manera en que sostenía el libro y tal vez fuera un mensaje o un no sé qué. Allí voy. Abuela es una gran juntadora de cosas, instantes, juegos abandonados, músicas del verano y Sofía también va juntando lo que Abuela va dejando para ella en el camino. Estelas, huellas, un amor por todo lo vivo, los animales, la fauna exuberante de la isla y sobre todo, la fabulación. En un mundo donde se construyen tantos muros con los otros –citando a un amigo-, llenarnos las bocas y los cuerpos de palabras y con ellas construir puentes, eso es cosa de la imaginación.

Es verano, la estación propicia para inventar y abrir horizontes.


Van llegando algunos mensajitos:

Roxana: jugaban con Tolo y Tola, unos muñecos de trapo hechos a su vez por su abuela. Tolo rescataba a Tola cuando se ahogaba en el fuentón...a la hora de la siesta.

Eleonora: como tantos y tantos abuelos, a la escoba de 15

Cruz del Carmen: qué bellos recuerdos. Con mi abuelita aprendía a jugar el juego de lo real, toqué una víbora coral, comí tunas y flor de cactus. Peiné todo un verano a un burrito bebé, que tenía en un pesebre en Catamarca. Me hacía hablar con los pajaritos. Sus cuentos de hadas insólitos, encendían mis siestas. Para mi abuelita Petrona, la vida era un juego, con sus alegrías y terribles dolores del alma. Sí! La vida es un eterno juego del tiempo.

Daicy Isabel: los abuelos de Isabel jugaban, él a las cartas, solamente con otros varones, incluidos los chicos. La abuela al Dominó o a la lotería, con los nietos y nietas.

Virginia: mi abuela que vive en Santa Fe, jugaba a hacer barquitos de papel y me enseñaba a hacerlos y también la miraba cuando tejía horas enteras. Lo que más me gusta del verano es sentir el agua en los pies.

Flor: abuelo, jugaba al mús. Abuela, a la canasta

Isabel: mis abuelos jugaban a la taba y al truco.

Pancho: mis amores, no conocí ni Abuelo, ni Abuela.

Eugenia: mis abuelitos jugaban a dar chazchaz en la colita a los soldaditos de plomo

Vero:
mi abuelo era hipnotizador de palomas en Pringles. Para mí el verano es una montaña, estrellas, cerros. El verano es el lugar que deseo todo el año.

Moni:
mi abuelo tenía una quinta y jugaban a la guerra de melones. Nosotros también aprendimos a jugar a la guerra de los melones maduros. Con mi abuela aprendí a hacer pastelitos de hojaldre. Ella jugaba con un aro que tenía un palito y había que hacerlo girar. Mi abuela también jugaba a la payana con pedacitos demármol blanco. El verano es todo para mí. Es la vida. Son los días largos. Te levantás temprano y te acostás más tarde. Me subo a todo en verano. Si viene un sobrino y me lleva a dar una vuelta en moto. Si viene un caballo, lo que se me cruce, agarro viaje. El verano es un viaje en sí mismo. Me gusta sentirme pegajosa y estar llena de tierra.

Paulita:
no sé a que jugaban mis abuelos. Verano para mí es soledad.

Pablito:
mis abuelos jugaban con cañas de tacuara y hacía la guerra. El verano es horrible para mí. Cumplo años y todos mis amigos están en otro lugar.

Jhony:
cuando recuerdo a mis abuelos pienso que lo que fue ayer es hoy todavía. Me los imagino con una infancia salteando la etapa de adolescentes, como hombre y mujer de once años. Creo que los vi ser niños cuando jugaban con mi hermano. Creo que los vimos ser hombres cuando eran niños. Verano: me hace acordar a las gotitas de transpiración en la frente. A chancletas con dedos de arena. Al truco y a bermudas. Me trae rostros de gente amiga que quizá no vuelva a ver. El verano es siempre memorable porque enero y febrero son el sábado y el domingo del año, todos los días.

Mabe: sinceramente mi abuela no sé a que jugaba pero yo que soy abuela, jugaba a cosas simples. A la ronda, a la mancha, a las escondidas, a las figuritas, con muñecas y otros juegos creativos con elementos que teníamos en casa. A veces también a la bolita pero no lo comentes que es un juego de varones. Hacíamos barriletes y tecnología...nada! Del Verano me gusta dedicarme al jardín, a leer, tomar tereré y disfrutar al aire libre con mis amigos.

Sebas:
en verano me gusta meterme al mar

Claudia Rosa:
en verano me gusta estar sentada en una reposera frente al mar leyendo

Negro Fredy:
en el verano me gusta estar en el camping de Capilla del Monte

Barbi:
muchas cosas me gusta hacer en verano, estar en la playa, en el agua del río claro o del mar, en algún bosque. Ver el cielo, comer frutas y helado!

Franco:
en verano me gusta andar en patas y estar tirado mirando el mar. Eso de leer en la playa nunca lo entendí. Si digo verano, digo mar y digo cielo.

Colo:
del verano me gusta andar en canoa durante cuatro días por algún río del Sur



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1 comentario:

  1. Jugaban con Tolo y Tola unos muñecos de trapo hechos a su vez por su abuela . Tolo rescataba a Tola cuando se ahogaba en el fuentón ...a la hora de la siesta.

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