El hábito de escuchar conversaciones ajenas le venía de tiempo. Cuando era adolescente en el bar Rivadavia de 50 entre 7 y 8, oyó un relato sobre unos rapaces, pupilos de una escuela de curas, que corrían detrás de un gato. La historia lo atrapo y se hizo habitué del boliche para poder seguir el dialogo de dos hombres que se encontraban asiduamente a jugar ajedrez, tomar cerveza y contar cuentos de irlandeses. A uno de ellos los mozos lo conocían como El gordo Dillón. Del otro que usaba anteojos con marcos de carey nunca supo su nombre. Sin embargo se enteró que hacía ocho años vivía en La Plata y trabajaba en una importante editorial de la ciudad de Buenos Aires. Su mujer a quien llamaba Elina era directora de una escuela de ciegos y disminuidos visuales que estaba sobre la calle 54 casi 3. Allí moraban junto a sus dos hijas mujeres. Hacía unos años se había inscripto en la carrera de letras de la Facultad de Humanidades de La Plata. El secundario lo terminó de grande. Le llevó once años, tenía nueve en matemáticas, diez en literatura y tres en ejercicios físicos. Todos los días tomaba el tren de La Plata a Constitución rumbo su trabajo. En el viaje corregía las pruebas de imprenta de la editorial Hachette. Esto le inspiró un relato y escribió un policial negro que se llamaba precisamente “La Aventura de las Pruebas de Imprenta”.
De chico presintió que el hábito de escuchar ajeno le podía traer problemas, pero podía más la curiosidad y el vértigo que le producía ser testigo mudo de pasiones encontradas. Una noche salió del bar Rivadavia intrigado por algo que había escuchado, le costo años decifrarlo. Que carajo habrá querido decir este irlandés cuando al oído de su amigo le confesó “Hay un fusilado que vive”.
Mensaje de Francisco
Siempre pasa en una playa, en un cerro, en el campo o en un lugar donde te suelte la noche en un día de exploración. Para otros en una ruta, un fogón amablemente rodeado de personas, o en otras, que está en cada uno.
Pero yo tengo la teoría que un párrafo aparte merece el inicio de este acto, ¿...que haríamos por no perder el amanecer…? Posiblemente sea por empezar no perdiéndose el atardecer. Creo que se momento también merece una descripción, cuando el día se despide de la noche el mensaje es el intermedio los colores ciruelas, bordo, amarillos y dorados. El atardecer es la antesala de la búsqueda a no perderse el amanecer. El atardecer será un abstracto diario del pensamiento de un artista?... en el atardecer te preparas a salir o a pasar la noche mas linda e irrepetible posible.
Claro que, solo por un ratito, ratito solar, porque los gallos, las campanas y los panaderos no saben qué hacer, si les falta ese milagro.
mm
Mauro: Para el Cazador, con cariño, un aporte: rumbear hacia el espigón más cercano, con paso tranquilo y llevando el gusto del amargo mate aún en la boca, entre la naciente claridad.Una vez en él, caminará hasta adentrarse en el río. Cuando el Dios comience a asomarse en el cielo, se detendrá y cerrará los ojos. Luego, llenando su pecho de aire fresco y ritmo de marea, respirará. Cuando las caricias de luz tiren de su piel, recibirá su abrazo de fuego eternizante. Tal vez así, pueda atesorar el recuerdo de este amanecer en su alma. Como las sales de plata que abrazaron este papel cuando vieron la luz... y dan testimonio de aquel día.
Melina: Viajaría 600 kilómetros en sulki para verlo en la costa del río Uruguay, con un rico mate.
Viole nos escribio: yo soy bastante dormilona y soñadora por las noches, así que tendría que llamar a un coro de pajarillos para que me canten en la ventana y a un chingolito travieso que revolotee y se meta en mi pieza por algún agujerito y que con su piquito me de suaves toquecitos en la mejilla. Aaaaaa!!! y eso sí, no puede faltar que alguien me cebe un mate para despertarme bien y ver el hermoso sol que nos acompaña día a día!!!!!!!!!
(Antes vivía en un edificio que tenia un paraiso en la vereda y había un zorzal que me cantaba todas las mañanas... empezaba justo al amanecer!!!! ahora vivo en otro edificio y lamentablemente no tengo un árbol, cerca de la ventana.....)
Adri: cruzaría el océano! llenaría mi mochila con un termo y un mate, me pondría mis zapatos areneros y caminaría sobre el filo de una duna hasta ver la primer estrella. Luego cerraría los ojos recostada sobre la mismísima anaranjada arena arábe y esperaría....el sol sale....siempre.
Agustina: para disfrutar de las primeras luces, es preciso transitar los misterios nocturnos y las oscuridades humanas junto a un choripanero callejero o con el rio y sus aguas.
Luciana y Luis: atravesaría infinitos horizontes y subiría a la montaña más alta
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