sábado, 14 de agosto de 2010

Pasó mientras miraba distraídamente la TV, hacía calor y descansaba en el sillón después de un agotador día de trabajo. Era un soldadito de plástico que casualmente había encontrado esa mañana en la calle y me recordaba a otros tantos que había atesorado durante mi infancia. Como cuando niño, hacía caminar al soldadito a lo largo de mi brazo, simulando ejercicios típicamente militares como cuerpo a tierra, flexiones y marcha, cuando de repente al llegar a la palma de mi mano izquierda, el soldadito pareció hundirse levemente dentro de ella, sin que por ello sintiera el más mínimo malestar o irritación en la mano. No sé si por descreído, por inercia o por pura curiosidad, terminé por sumergir al soldadito por completo dentro de mi palma que por lo demás seguía intacta, sin rastros o cicatriz alguna. Entonces si me alarmé y enseguida pegué un salto en el sillón. ¡El soldadito debía de haber caído en algún momento! Revisé sin éxito el sillón, y luego el piso. Finalmente me quité cada una de las prendas que revisé minuciosamente pero el soldadito había desaparecido sin dejar rastro alguno. Resistiendo mi incredulidad total a lo que acaba de suceder, giré poco a poco mi mano izquierda mirando asombrado como si mi mente también se resistiera a creer por vez primera que mi mano fuera real. Luego de constatar que mi mano era mi mano y yo era de algún modo yo, y esto tampoco era un sueño o asunto por el estilo, no pude sino recodar el episodio una y otra vez detenidamente, tratando de hallar una explicación lógica. Por más veces que revisé mi mano, ningún indicio dentro y fuera de ella podía asegurar lo ocurrido. Por desgracia, tampoco había tenido oportunidad de mostrarle el soldadito de plástico a mis amigos, como hubiera querido, tal vez eso hubiera ayudado para al menos confirmar la certeza de su existencia, porque ya no puedo estar seguro ni de ello. Por lo demás, médicamente hablando parece no haber mayor problema, como manifestaron los médicos que me revisaron centímetro a centímetro. En definitiva, creo que tendré que acostumbrarme a tener que vivir con el hecho de que un soldadito de plástico desapareció dentro de mí.
Manuel Negrín


¿Qué objeto querido llevarías como ofrenda para el día de la fiesta sin nombre?

Eleonora: llevaría todos los libros de cuentos de mi infancia que ya no tengo y que a medida que pasa el tiempo recuerdo con más nitidez. Por no tenerlos más, es que se han convertido en mi objeto más querido. Snif.


Isabel: dejaría una cadenita que llevo siempre conmigo y me regalaron mis papas cuando tenia dos años

Daniela: dejaría el celular, no es mi objeto mas preciado pero me costaría horrores dejarlo, saludos a todos!!

Natalia: el objeto que dejaría sería el estetoscopio que me regaló mi papa cuando empecé a trabajar en el hospital Pero lloraría mucho al dejarlo...

Colo: una carta que me escribió mi abuela

Negro Fredy: yo a una fiesta así, ni voy!

Jorginho: arte y mañas

Horacio: Lo que llevaría a la fiesta sin nombre es mi acuario con plantas acuaticas y peces del arroyo Zapata.

Graciela: Llevaría calabacitas deformadas.

Debora: llevaría la libreta de notas

Susana:
Llevaría de regalo:
La mañana en que lo ví jugando por última vez.
El sonido: TATE.
Un anochecer en que el parque se llenó de ángeles andando en bicicleta.

Juli: un gorrito de colores y una agenda

Miguelito: un bonito archipiélago... ¡mejor! el planeta tierra!

Cristina: ofrecería mis pantuflas cálidas y acolchonadas.

Celeste: llevaría un susurrador que en soplo exprese todos los nombres que no tienen voz

F&B: un anillo con una piedra negraque me regalaron de un viaje a Ing. Withe

1 comentario:

  1. llevaría un susurrador que en soplo exprese todos los nombres que no tienen voz

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